El trabajo de restaurador de obras de
arte es poco menos que impresionante, interesante y apasionante. No
se trata de dejar en perfecto estado de revista una obra deteriorada,
ni “rehacerla” para que parezca creada antes de ayer. El quid de
dicho oficio es el de limpiar y dejar lo más visible posible la
parte antigua de la obra, sea cual fuere, y añadir detalles que
falten, incidir en la parte original y diferenciarla de los nuevos
añadidos si los hubiera. Siempre de modo remarcable para apreciar
qué es la parte primigenia y qué es la parte restaurada y añadida.
Tratan de que se pueda apreciar qué es parte de la obra original y
qué ha sido añadido posteriormente, para poner en valor la
intención del artista. Menudo negocio más malo hubiera sido
añadirle brazos a la Venus de Milo, y dejarlos tan bien puestos que
pareciera que siempre hubieran estado allí.
Del mismo modo, hay videojuegos de
antaño que en su día fueron joyas y referentes para el futuro, que
no deberían, en mi más modesta opinión, ser rehechos de cero para,
entre otras cosas, hacerlos más accesibles a las generaciones
presentes, tan exigentes técnicamente. Hoy en día abundan conceptos
como los graphic-whore, que miden la calidad jugable de un título
sólo juzgando los gráficos mas punteros y efectistas, e incluso
marginan en las estanterías juegos que no alcanzan su “baremo”
de calidad técnica.
Llegados a este punto, hoy quiero
hablar de una obra atemporal, idolatrada por muchos, sobrevalorada a
juicio de otros, pero la cual siempre está de plena actualidad por
“culpa” de una masa enfervorecida que exige un “remake” del
juego para adaptarlo a los estándares actuales. Es decir, la tan
traída y llevada HD. El juego en cuestión, se componía de
preciosos fondos prerrenderizados y personajes poligonales que se
movían por los escenarios a su antojo. Intentar un lavado de
texturas para “actualizar” su aspecto sería cuando menos un
suicidio, ya que en aquel momento los pupilos de Sakaguchi manejaban
polígonos arcaicos, que para la época eran resultones. Sin embargo
a día de hoy, resultan pobres de aspecto, siendo benévolos. Dicho
lavado de cara hoy día se estila para hacernos pasar (de nuevo) por
caja, debiendo pagar por juegos que ya habíamos adquirido y pagado,
y así satisfacer nuestro ansia de citius, altius, fortius. En
algunos casos se agradece, por ejemplo en el gran Shadow of the
colossus, sobre todo para quien pueda disfrutarlo en 3D. Otro ejemplo
podría ser el caso de la versión de mi venerado Ocarina of Time (el
mejor juego de la historia), al cual le añadieron el 3D con mayor o
menor acierto a juicio de cada cual. Sin embargo el lavado de cara
sobre todo a nivel texturas fue muy de agradecer (no me pronunciaré
ante la “casualización” del celebérrimo Templo del agua). A
decir verdad, en la gran mayoría de los otros casos, me resulta
innecesario.
En el caso del título que hoy me
ocupa, una “actualización para satisfacer los caprichos de los new
gamers” supondría rehacer el título desde cero. Primera decisión:
¿mantener fondos prerrenderizados, o todo en 3d??? Tarea titánica,
sobre todo si se decide lo último. Que sí, que quedaría muy bonito
poder jugar a algo similar a aquella famosa demo técnica de PS3,
pero... ¿dónde quedaría el alma del programa? ¿Dónde quedaría
esa vista en perspectiva cuando llegas por primera vez al Gold
Saucer?? ¿o el encanto de mirar por el ojo de la cerradura en el
club de la abeja??? ¿Ese sentimiento de desolación al abandonar el
mercado Mako, acentuado por la nostálgica partitura del maestro
Nobuo Uematsu?? Todo sería brillante, muy bonito con detalladas
texturas, efectos de luz incidiendo en el entorno... tengo la
sensación de que sería todo muy artificial, y ni en 200 años, el
nuevo y flamante remake en HD del FF VII me daría siquiera ¼ de las
sensaciones que allá por 1997 sentí al involucrarme con aquella
propuesta tan novedosa para la época.
Me niego en redondo a que perviertan
esos mosqueos de Barret, la cita con Aeris (si así lo elegiste), los
recuerdos de Niebelheim con Tifa encaramada al pozo mientras nos
habla del futuro. Quiero dar un paseo por Wutai tal y como la conocí,
quiero volver a la mansión Shinra a tocar el piano con esa vista
cenital. Subir al planetario del abuelo de Nanaki y atender a su
explicación acerca de la vida y la muerte tal y como el maestro
Sakaguchi concibió en su día esa escena.
Sí, la localización al castellano
estaba llena de errores (allé voy), y los instrumentos midi podrían
ser sustituídos por una atronadora orquesta sinfónica, y efectos de
sonido en Dolby Digital que permitiera apreciar incluso el crepitar
de una llama. Pero no cambiaría por nada la sensación de libertad
recorriendo ese mapamundi tan retro, con peligros acechando en
cualquier rincón en forma de continuas batallas aleatorias. Quiero
las invocaciones tal y como las conocí, con esos pobres polígonos
carentes de texturas, y sin embargo, que ofrecían un espectáculo
sobrecogedor.
Hoy todo eso se convertiría en una
orgía de imagen y sonido que, seguramente sería muy placentero
para los sentidos, pero, a su vez quitaría protagonismo a esa gran
historia que más atractiva se revela cuanto más se avanza por ella.
Anestesiaría nuestras mentes y no nos permitiría disfrutar en toda
su grandeza del excelente sistema de materia del juego, profundo y
complejo de dominar. Porque esa es la esencia del juego, ese es su
legado.
Así que, por favor, entiendo lo goloso
que pueda ser a nivel de ventas para Square-Enix, que también
ayudaría a la pobre y decadente imagen que están dejando tras ser
la referencia universal de los JRPG. Pero, por favor, dejen las cosas
tal y como están, y quien lo quiera disfrutar, que desempolve la
vieja Playstation, abra la bandeja de la gris e introduzca el CD 1
mientras la melodía característica de la saga nos hipnotiza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario